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Pinceladas artísticas que dibujan la inclusión

Desde el barrio El Tabor, ubicado en el norte de la ciudad, funciona la Fundación Arte Joven, donde se forman aproximadamente 80 personas entre niños y adultos en pintura, dibujo, música y deporte. Su directora, Martha Fonseca, habló del nacimiento de la iniciativa y del impacto que tiene en la comunidad.

ay situaciones en la vida que, lejos de quebrarte, te dan la fortaleza para seguir adelante y transformar la adversidad en una oportunidad. Así le ocurrió a Martha Fonseca, quien tras ver cómo su hijo con epilepsia era rechazado en varios colegios por su condición decidió crear un espacio donde las diferencias no fueran motivo de exclusión.

En un rincón del barrio El Tabor, en el norte de la ciudad, hay un refugio creativo llamado ‘Arte Joven’, una fundación que desde 1995 acoge a todos aquellos que como el hijo de Martha no encuentran un lugar para desarrollar su potencial. Hoy son más de 80 personas, en su mayoría niños, los que reciben conocimiento en dibujo, pintura, música, danza y deporte.

El arte siempre es joven y está abierto a todos. Esa es la premisa que su directora ha difundido para transmitir que esta disciplina no conoce de barreras ni limitaciones. Sin duda, aquel papel en el que un día se dibujó la tristeza de su hijo fue cambiado por uno en el que se están trazando pinceladas de amor a través del talento de otros soñadores.

“Arte Joven’ enseña con amor. Tenemos unas metodologías diferentes donde entregamos una herramienta para que se puedan comunicar todos aquellos que a veces no pueden ni hablar. Les entregamos una herramienta de dibujo, de la pintura, de la escritura, de baile, que son como terapias. La música y toda esta estructura artística, plástica, musical y de baile es una terapia”.

Rodeada de los tableros en los que se disponía a dictar una capacitación a algunas auxiliares, Martha contó que durante estos 30 años son muchos los que han tocado la puerta sin un método de pago. Hay quienes agradecen con una sonrisa y otros con una genuina gratitud.

“Tenemos artistas que no pagan nada, vienen a estudiar, a recibir todos los beneficios que ‘Arte Joven’ les puede brindar cada día para desarrollar sus talentos. Les hacemos exposiciones, ayudamos a vender sus obras, a que crezcan, jóvenes que les han cerrado las puertas y no saben hacer nada, se sienten frustrados, sus padres no saben qué hacer”.

Pasión y sacrificio

El orgullo es notable en su rostro. Ama escuchar las risas de los niños, las manchas en sus pequeñas manos cuando dibujan, el olor de la pintura, escuchar el sonido del piano. Pequeñas cosas que para Martha son su mayor tesoro.

Y es que ha transitado un camino de lucha no solo por la condición de su hijo, sino porque es una madre cabeza de hogar que ha enfrentado numerosos desafíos a lo largo de su vida.

“Cuando era una niña de 18 años y tuve a mi hijo mayor, supe que la vida no sería fácil. Pero de la mano de Dios y con el apoyo de mi madre he podido salir adelante. He logrado seguir en pie gracias a ellos”.

Ella no deja de soñar. Es feliz cuando ve que un artista que llegó temeroso y sin confianza comienza a tocar un piano, a levantar un violín o a plasmar su visión en un lienzo.

Y es que su hijo es ejemplo de ello, quien aún con su condición de epilepsia es medallista en taekwondo en Miami, donde actualmente reside.

“Quiero incorporar deportes como el taekwondo. Quiero que otros jóvenes con dificultades tengan la misma oportunidad que él tuvo. Muchos decían que no iba a lograr nada, y hoy tiene medallas de oro y plata. Es un ejemplo de que todos podemos”, dice la orgullosa madre.

Entre el amor y la vocación

Mientras esta maestra de Artes Plásticas compartía la historia de cómo logró forjar esta inspiradora escuela, Leidy Láscar, de 19 años, esperaba junto a otros dos jóvenes por una capacitación.

Ella es una de las auxiliares docentes de la fundación, y su presencia allí es el resultado de una cadena de eventos que la misma vida y su fe en Dios le fueron revelando. “El tiempo de Dios es perfecto y aquí estoy tan feliz porque nosotros somos capaces de transformar tantas vidas”.

Forjar talento

Juliette Amaya está convencida de que más padres deberían considerar este tipo de espacios artísticos para sus hijos. Es madre de Amapola, una niña que a sus 5 años se disfruta cada segundo en este lugar.

“Esto los ayuda en su crecimiento físico, mental y emocional. Siempre le digo a mi hijo mayor, que también tiene compromisos académicos, que es importante desconectarse y buscar momentos de relajación. El arte le ha dado eso a mi hija”.

Desde que la ingresó a la escuela estaba confiada en que el arte podía ser una herramienta poderosa para el crecimiento de su hija, que a su vez la aleja un poco de los puntos negros de las redes sociales y el internet. “Este año, en el colegio, la escogieron para hacerle un dibujo a la directora por su cumpleaños, y la sorprendió, es de las mejores y estoy muy orgullosa”.